6.2.11

La grandeza de lo pequeñamente infinito

Nayarit fotografiado por Luis Moro







Luis Moro llegó de Segovia a México en marzo del 2009. Desde entonces, y sin estar seguro de que su producción fuera bien recibida, inició una cruzada por entrar en las salas de exhibición de los Museos nacionales de la Repùblica. Sutil y constante, las diversas muestras que ha conseguido son prueba de una experiencia que continúa viva: una positiva simbiosis del artista con el entorno de un país que de alguna manera, o más bien de muchas, le está haciendo suyo. Diversas ciudades (Morelia, Querétaro, Guanajuato, San Miguel de Allende, Mérida, Mazatlán, Guadalajara, San Luis Potosí, Zacatecas, Monterrey, Ciudad de México) son parte de un largo periplo que permite conocer trabajos donde el artista nos pone en contacto con mundos cercanos y desconocidos. Como un insecto que ha entrado a la casa, sus obras revelan la grandeza de lo pequeñamente infinito.

Hubo un tiempo en el que los animales tuvieron incluso un carácter divino. Sencillas y mínimas, las pinturas rupestres explican al hombre en su relación con el entorno que le rodea. Esas piezas hablan de cierta la universalidad: texturas y estructuras que construyen y conectan con un valor de la naturaleza como la fuerza y el origen de donde vivimos. El hombre, entre más sofisticación, le ha relegado a un segundo plano, un desequilibrio que se refleja en la sociedad y que olvida que el mundo de los seres vivos constituye por si mismo un conjunto de paraísos elementales desde donde cada organismo se desarrolla.

¿Fascinación, admiración, curiosidad? Con una perspectiva creativa, el realismo orgánico de Luis Moro subraya la importancia de mantener un vínculo con estos paraísos como metamorfosis de lo pequeñamente infinito. Moscas, mariposas, avispas, libélulas son capturados en la representación pictórica con lo cual el artista fija, abre, despliega, articula e invierte la estructura de un mundo microscópico. Aquí el trabajo con el pincel funciona de lente de aumento, singular herramienta que hace conciente lo prácticamente invisible. “Son los insectos los que viene a mi estudio” dice el artista, quien magnifica en este acercamiento evidentes verdades: la destrucción implacable y ciega de animales y entornos, de vidas y formas; y también, de su transformación y tránsito.

Pero los animales son un pretexto para hablar de otras cosas. Las formas y los fragmentos, cualquier pequeño detalle que construya su obra, compone formas de vida en reflexiones suspendidas en la existencia de los trazos. Más allá de exponer su obra, en México, Moro se ha integrado en este país en una búsqueda por otros paraísos, compromisos y libertades creativas. Por ejemplo, en Michoacán fue directamente al encuentro de las mariposas monarca que se tradujo en el proyecto “Papaloapan”, singular exposición que ha comenzado a viajar por diferentes lugares de México al igual que otras de sus muestras.

Como a un insecto, su camino le lleva ahora a transitar por todas las fronteras, artísticas y materiales, para moverse en un país ahora sin fronteras, un cuarto sin paredes en el que ha entrado.

Eliseo de Pablos
Publicado en la revista Arte al día