Cuando María Zambrano hablaba de los poetas -palabras que considero extensibles al resto de los que dedican su vida a la creación artística- decía cosas como que éstos son unos rebeldes por amor porque la razón no explica ni la vida ni la muerte y que aquellos, para entenderlas, son capaces de descender a los infiernos y lanzarse a la "embriaguez y canto; canto, panida, pánico, melancolía inmensa de vivir, de desgranar los instantes, uno a uno, para que pasen sin remedio".
El artista es consciente de que el dios, "al infundirse en el alma humana, la saca de sí, la hace danzar en una metamorfosis liberadora; le da, en suma, el don de la expresión, la embriaguez -furia y olvido- para que se atreva a expresarse". Entonces "el mundo surge ancestral, las formas primigenias de todo lo creativo y destructivo [...] traen una verdad que enloquece [...]: la muerte comparte su morada con la vida".
María Zambrano: El hombre y lo divino.