He pasado por el Festival de Cine de Zacatecas, donde estuve exponiendo recientemente y tuve oportunidad de conocer jóvenes directores mejicanos que plasmaban este extenso y variado pais que ahora cumple 200 años de independencia e historia conjunta.
Una de las peliculas que me ha lanzado a conocer sus paisajes fue El Calambre, rodada por Matias en Chacahua. Tuve la suerte de hacer amistad con él y con el protagonista de su pelicula, Pablo, un pescador de la zona que enseña en su cayuco a un turista frances los atardeceres, los manglares, la forma de vida en esa isla de gentes con alegres aires caribeños y acento cubano.
He tenido la oportunidad de vivir en las escenas de ese film con su protagonista y sus compañeros (a veces los niños pensaban que yo era el actor francés que sufria un calambre en medio de la laguna), pudimos disfrutar de las playas de Oaxaca: Chacahua, Rio grande, Puerto Escondido.
Después de compartir con los pescadores Paulito y sus carnales los frutos del mar pasados por el fuego, me reconfortaba ese familiar olor de las ascuas, despertar en las cabañas entre la playa y la laguna con el vaiven de las olas, el cantar de los gallos, el zumbido de los zancudos y la fosforescencia nocturna, dormir iluminado por los reflejos en el placton de la luna en la noche.
Vengo de vuelta al DF con energías renovadas, mi piel quemada y la brisa marina en mis sueños haciendome navegar hacia nuevos puertos y paisajes cambiantes donde todo va surgiendo como el rodaje de una película.
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