La tierra de la Yuca

"Gracias a la exposición que presenté en Mérida tuve la ocasión de viajar a una de las regiones más bellas del planeta: la peninsula del Yucatán y ese universo Maya que se esconde tras sus selvas.

Descubrir los santuarios de esta cultura enigmática que ya muchos cientos de años atrás desarrolló un calendario más exacto que el occidental de la época y que ahora con nuestra avanzada tecnología hemos coincidido con ellos en el tiempo. Ahora que nos acercamos a su quinto sol.

Un pueblo que desapareció en la jungla antes de la llegada de los conquistadores, misteriosamente, dejando vacíos sus templos, ciudades, códices y profecías que ahora antropólogos e historiadores tratan de descifrar en Chichen Itza, Ek Balam, Uxmal y Tulúm, el último reducto Maya, verdadero paraíso frente al mar donde pasamos los dias más hermosos con el pescado fresco recién sacado de las redes cada mañana en la mítica playa de arena blanca y cocos caídos repletos de agua dulce donde pudimos bucear en uno de los arrecifes coralinos vírgenes más impresionantes del oceano. De noche las velas y el reflejo de la luna iluminando las cabañas de palafitos nos dejaban soñar al ritmo de las enérgicas olas del caribe.

Otro sitio inolvidable fue la laguna de Bacalar,conocida como la de los siete colores donde la composición de los cristales, las formaciones calcáreas y sus aguas semitermales jugaban con la luz dando lugar a uno de los juegos de azules más bellos vistos en mi vida. Su quietud, sus mansas olas, al deslizarse en canoa permiten la posibilidad de ir contemplando la selva virgen,repleta de profundos pozos- cuevas de aguas frescas: cenotes, manglares, bosques bajos refugio de macacos, iguanas, reptiles y todo tipo de artrópodos, como la invasión de langostas voladoras de alas rojas envolviéndome en el manto tropical que tapizó con el tiempo los cientos de pirámides y restos arqueológicos aún por descubrir en el caribe pirata de Quintana Roo".

Luis Moro.

Toda luna,todo año
todo día,todo viento,
camina y pasa también.
También toda sangre llega
al lugar de su quietud.
Chilam Balam