Hace algo más de dos años, el 3 de Septiembre, mi padre se adentró en la profunda noche abrazando a la luna, en una velada agitada, batiendo sus alas antes de caer rendido en los brazos de esa amante con cien nombres: Itzpapalotum, Alcumixtli, Cuatlicue y la chingada travestida de blanca luna atrayendo con su brillo las almas de los seres alados como insectos a la luz.
Al amanecer, inmóvil, abracé su cuerpo transformado en madera como un tronco tendido en medio del bosque que, inerte, se dejaba querer, sereno. Caían mis làgrimas sobre su corteza resbalando sobre las baldosas del hospital, vacío, silencioso. Noto algo extraño, creo que aún me escucha, envolviendo con hilos de seda su crisálida, preparando el vuelo.
Durante días, borracho de nostalgia, diambulé perdido por las calles del recuerdo, me empapé de llanto y las lágrimas dieron vida al árbol seco de mi jardín, que rebrotó con unas tímidas hojas, como él: discreto, elegante, silencioso, pero con una cálida presencia.
Cuántos días le seguí tras el aleteo de las mariposas que me llevaron hasta el cementerio de Coyoacán, al lado de un cerezo en flor. Allí entendí todo. Entró profundamente en mí, penetró en mi mirada, en mis sueños. Se dejaba ver tranquilo y silenciosamente desaparecía, despertándome con su ausencia y calma.
Sentía que a su manera seguía despidiéndose, que aún habitaba mi casa, me seguía esporádicamente en mis viajes, que en este Méjico atronador me guiaba pausadamente en medio de la batalla. Silbaban las balas alrededor, pero veía sus pasos,sus pisadas......
Me limitaba a seguirle hasta llegar a los santuarios de la monarca: Ocampo, Angangueo... donde volaba en medio de los espìritus libres: Papaloapan.
Volví a mi casa, a la suya y todo el pueblo le extrañaba. Yo no era sino su recuerdo. Le abracé y se hizo etereo,ya no estaba...... Sólo su aroma, cajas vacias, aquellas sandalias que a veces me conducían al río, sus gafas semienterradas por una ola de mar, todo fue un sueño.
Nunca supe si realmente habia vivido conmigo, nunca supe si era su eco, o era yo.... No volví a saber de èl. Se dejó llevar por las aguas del Eresma que arrastraron las cenizas a su pueblo natal.
Aún siento su aliento, aquí en Oaxaca (desde lo màs alto intentando aterrizar en medio de turbulencias y un diluvio), en Tlalpán, en los canales de Xochimilco, en Mixquit, tras el lamento de la llorona... Aún encuentro sus fotos de juventud en Valsain, en el Bar de los Esquiadores,llegando a la sierra blanca.
Todos los caminos me conducen a su encuentro,
ahora está todo en él, ahora que yo no veo nada.
Miro las ondas del mar en calma, miro sus huellas,
tras mis pisadas
las olas todo lo borran, sólo queda arena
tras la inmensidad del alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No publicaremos los comentarios que no consideremos adecuados a este blog.